Hiperconexión
La idea de la red no es nueva y constituye, desde muchos campos y facetas, uno de los principios mismos para ser, pensar y crear: la interconexión de todas las cosas, su co-dependencia mutua y la relación constante de los diversos sistemas y entidades que aparecen en el cosmos. Como dice Goethe: «En la naturaleza nunca vemos algo aislado, sino que todo está conectado con algo más que se encuentra al frente, detrás, abajo o arriba de sí», nada está aislado en su propio mundo, y que de hecho, la idea misma de mundo solo es posible desde la interconexión de las cosas. Como en el poema Las Causas de Borges: se precisan infinitas cosas para el encuentro de dos manos, se condensan un sin fin de situaciones para que otras emerjan; cada forma de vida, cada objeto, es en sí mismo una red de otros objetos y tanto el caos como el cosmos, se fundamentan en las relaciones. Como dice Goethe:
Hoy en día vivimos en lo que el sociólogo español Manuel Castells, llamó, en el 96, «La sociedad red», en la que «las nuevas tecnologías de la información están integrando al mundo en redes globales de instrumentalidad», dando lugar a nuevas comunidades virtuales y dinámicas de producción y desarrollo tecnológico, estructural y social que constituyen la llamada «era de la información», cimentada bajo una idea que retumba nuestros oídos desde hace años: la hiperconexión, la cual remite a nuestro contexto actual, en el que Internet permea innumerables esferas de lo real. Sin embargo, la hiperconexión no se limita al mero hecho de que hoy vivamos tan conectados, sino también a cómo esto nos lleva a la comprensión de que siempre lo hemos estado, salvo que hoy contamos con artefactos tecnológicos que evidencian y amplifican el hecho:
«Las redes están en todas partes, y en aumento. Con el surgimiento de Internet, la computación móvil, la globalización, las finanzas digitales, y los medios sociales, nuestra era está creciendo como interconectada. Las redes no son solo nuestro presente, sino también nuestro pasado y futuro, por lo que cada día nos parece que el mundo ha estado siempre en red, como si simplemente estuviese esperando el surgimiento de nuevas formaciones de red, y la Internet en particular, para que tuviésemos ojos para ver esto.»
Christopher Vitale

Las redes están en la superficie y las profundidades, hoy en día evidentes en numerosas formas, como el hecho de comunicarnos de forma acelerada y constante a través de redes celulares o fibra óptica, estar sumergidos en economías que instrumentalizan la transferencia de activos y permiten acelerar los procesos del comercio y el capital; poder organizar, filtrar y depurar toneladas de información mediante métodos de Big Data, conocer y someter ideas al machine learning o algo tan básico como acceder a conceptos en buscadores web o wikis que gracias al poder de los hipervínculos y las capas de información, trasladan la clásica idea de la enciclopedia a una dinámica de vida.
Dada la consciencia en aumento de las redes en nuestra cotidianidad, se vuelve vital contar con recursos para comprender, visualizar y sentir nuestras estructuras de conexión. Ante la idea de la red, existen numerosas aplicaciones y métodos, pero dentro de la cual hace poco más de una década, se han venido desarrollando nuevas tendencias capaces de ir más allá de la ya consolidada teoría de redes para establecer, por una parte una filosofías como la que exploremos de la mano de la teoría networkológica de Christopher Vitale; y por otro lado, movimientos estéticos, como el networkismo propuesto por Manuel Lima. Ambos están pensados como formas de comprender, relacionarnos y ahondar en la idea de la red en nuestros días hiperconectados y cotidianamente atravesados por las dinámicas de la complejidad.
La idea de la red
Comencemos por explorar la idea básica de lo que es una red en palabras de Castells, una de las figuras académicas más conocidas en la teoría de redes, especialmente en la comprensión de la red en la sociedad contemporánea:
«Una red es un conjunto de nodos interconectados. Un nodo es el punto en el que una curva se intersecta a sí misma. Lo que un nodo es concretamente depende del tipo de redes a que nos refiramos. […] La tipología definida por las redes determina que la distancia (o intensidad y frecuencia de la interacción) entre dos puntos (o posiciones sociales) sea más corta (o más frecuente, 0 más intensa) si ambos son nodos de una red que si no pertenecen a la misma. Por otra parte, dentro de una red determinada, los flujos no tienen distancia, o es la misma, entre los nodos. Así pues, la distancia (física, social, económica, política, cultural) de un punto o posición determinados varía entre cero (para cualquier nodo de la misma red) e infinito (para cualquier punto externo a la red). […] Las redes son estructuras abiertas, capaces de expandirse sin límites, integrando nuevos nodos mientras puedan comunicarse entre sí, es decir, siempre que compartan los mismos códigos de comunicación (por ejemplo, valores o metas de actuación).»
Ejemplos de las teorías y concepciones de la red abundan en la historia, desde las reflexiones inductivas y deductivas de Aristóteles que evidencian el devenir de organismos, sus entornos o sus constituyentes, hasta las complejidades del sistema nervioso, pasando por ideas de la interdependencia fundamentales en la filosofía Budista, los árboles de la ciencia de Ramon Llull, las observaciones de Goethe, los diagramas de matemáticos como Thomas P. Kirkman y William R. Hamilton, enciclopedistas como Diderot o Descartes o los panpsiquistas como Alfred North Whitehead.
Más recientemente, las redes aparecen en teorías de toda índole que abarcan las estructuras y agenciamientos en múltiples escalas y situaciones, como podrían ser ejemplo las nociones de complejidad de Edgar Morin, las figuras de Borges como la Biblioteca de Babel y el Aleph o las diatribas rizomáticas de Deleuze y Guattari, continuadas en nuestros días por pensadores como Bruno Latour y su teoría del actor-red, Manuel DeLanda y su filosofía de los ensamblajes, las reflexiones sobre ciencia ficción y redes de Steven Shaviro y la filosofía networkológica de Chritopher Vitale, llegando a las perspectivas y obras de artistas como Ranjani Shettar, Emma MacNally, Shiharu Shiota o Sharon Molloy, Tatiana Plakhova, entre otras.

Las redes son en este caso las cosas mismas, pero como diría el sociólogo y filósofo Bruno Latour, los objetos son «irreductibles» y componen «realidades híbridas», basadas en gran medida en la imposibilidad de encerrar las cosas bajo una esencia cerrada, precisamente debido al hecho de sus relaciones. En este sentido los objetos aparecen en la realidad definidos no desde una suerte de sustancia nuclear, un centro o una esencia, sino a partir de sus ensamblajes continuos, es decir, las redes que los atrapan, soportan y transforman dentro suyo y alrededor. La realidad es aquí entendida como un sistema de cosas en contraste y reciprocidad, esto es, en relación, bajo conexiones, constituyéndose a partir de redes de agentes. Como cuenta el metafísico Graham Harman, «por un lado, los agentes se encuentran contextualizados por los objetos con los que se relacionan; por otro lado, se retiran a sus naturalezas internas y oscuras y nunca se vuelcan por completo en las redes en las que actúan en distintos momentos.»
La idea central es aquí entender que la red no es una cuestión aparte de la cosa, y que los objetos mismos están generados, permeados, constituidos y constantemente alterados por las redes mismas en las que están sumergidos y que son parte de su formación. Esto es lo que conducirá a su vez a nuevas concepciones de los objetos, como la de Harman, que ya trataremos en otra entrega. Por ahora conformarnos, desde una visión general, que el concepto de red no solo se refiere a las conexiones tecnológicas o determinados procesos naturales, sino a un espectro más amplio que nos conduce a una toma de consciencia activa sobre el hecho de la red como esquema conceptual y estético fundamental a la hora comprender cualquier cosa, tanto organismos como espacios, sociedades o sistemas de transporte o computacionales, la memoria, la vida o el caos; una empresa holística que vendría a ser precisamente la visión que pretende abarcar el proyecto networkológico de Christopher Vitale, quien afirma:
«Una red es cualquier conjunto, compuesto de partes, distinguidas de un fondo, y conformado de otras partes y conjuntos, superpuestos entre sí en múltiples escalas. Cualquier cosa que pueda ser pensada de esta forma puede verse como una red, lo cual es una forma general de pensar sobre cómo las cosas se entrelazan, interactúan, y se mantienen entre sí.»
Networkología: El proceso de la red
En las ideas de Vitale, un objeto es una red temporalmente cosificada. Desde una perspectiva general cualquier cosa es una red y hace parte de otras redes. Lo que sea: las ideas, los árboles, un paisaje, una autopista o cualquier entidad. A su vez, la redes son dinámicas, en constante movimiento y choque, produciendo más de sus partes y generando nuevas redes. «Cualquier red puede diagramar, o presentar cualquier otra», agrega el autor, quien en su libro Networkologies, define los elementos básicos de una red: sus partes o nodos, los cuales se unen a través conexiones o enlaces, ambos siempre rodeados de fondos o suelos, que son como tal partes. De hecho cada elemento en sí, puede ser una red, lo que lleva a la complejidad del pensamiento interconectado y da pie a otro elemento de la ecuación, los niveles de escalamiento, que nos hablan de las capas resultantes de la manera en la que las partes y los todos se relacionan y contienen mutuamente.

Las acciones que desempeñan estos elementos llevan a una dinámica de la red, un proceso que Vitale, en su filosofía panpsiquista llama networkology, la logia de la red, su proceso y producción. Según el filósofo, los nodos se pueden asumir como producidos, mantenidos y transformados por procesos específicos, que para los nodos, llama «nodeado» (noding), como un árbol dando lugar a brotes; los enlaces, por «enlazamiento» (linking) como cuando se crean nuevas conexiones entre amistades; y los suelos, como «dar o tomar suelo» (grounding), como sería el mar que sirve de medio y soporte para un pez. Vitale habla también de un proceso de cosificación o reificación de una red cuando tiene una suerte de solidificación temporal, esencial en la producción de redes entre sí y fundamental a la hora de considerar un conjunto como unidad, entidad o cosa con forma determinada.
Lo que el autor denomina «proyecto networkológico» o «proyecto de la lógica de las redes» (networkological project) se constituye en torno a cuatro principios:
- Principio de emergencia, que reza que «todo en el mundo puede verse como resultado de un robusto proceso de emergencia de la complejidad» en el que la red desata su potencial, osea el hecho mismo de que las cosas, en sus interacciones, generen el mundo que experimentamos a partir de una emergencia continua de las redes que nos constituyen.
- Principio de relación, referido al hecho de que «las cosas del mundo y todas sus redes son vistas como fundamentalmente relacionales por naturaleza, por lo que todo es en última instancia el resultado de la interconexión de sus aspectos entre sí», lo que conduce a evidenciar que nada está aislado y que aspectos como el significado y el valor de las cosas, nacen de relaciones.
- Principio de refracción, el cual considera «la emergencia de la complejidad como fundamentalmente refractiva, esto es, distribuida», llevando a pensar las redes como capaces de reconstruir constantemente sus enlaces y la relación entre las partes y los todos al punto de excederse entre sí.
- Principio de inmanencia, que se refiere al hecho de considerar el mundo como formado de elementos, cosas fundamentales en tanto prevalecen en el proceso mismo de las redes, componiéndolas y a su vez siendo irreductibles dentro de sus esquemas. «El potencial para cualquier y toda cosa que hemos soñado está siempre aquí y ahora, en frente nuestro, en el propio tejido del mundo.»
Estos principios son para Vitale los pilares para comprender la dinámica networkológica, el flujo de las redes, desarrollando desde estos su idea de los modelos de la red, sus valores, que asume como solidificaciones de patrones de interpretación, que a su vez dan lugar a significados, generando un entramado de procesos que pueden estar sincronizados, es decir, que trabajan en conjunto para desenvolver la complejidad misma, como sucede con el conocimiento, donde a través del pensamiento se sincroniza la emergencia en tanto meta-entendimiento y genera así capas y ramificaciones de contenidos. «En su forma más simple, el pensamiento es conocimiento almacenado en forma de entidad, una cosificación de la sincronización, bien sea en forma de un cuerpo físico o patrones de memoria almacenados en un cerebro humano», agrega el autor.

Vitale cierra su texto con un extenso manifiesto donde fundamenta, entre más de 50 puntos/tópicos, una visión general del mundo basado en redes, con la idea básica de que una red son partes conectadas entre sí en un suelo determinado y cuyas representaciones y versiones nos permiten comprender de otras formas numerosos campos del saber y la realidad. Nos habla, entonces, de la red como una cuestión de acceso y apertura, como una ciencia inspirada en los sistemas complejos y las teorías computacionales y de la cognición, como una dimensión matemática, una nueva imagen del pensamiento o una filosofía panpsiquista del proceso y la complejidad.
Describe las redes como fractales, holográficas, fundamentos del espaciotiempo y capaces de experimentar. Habla de ellas como amplias en sus disciplinas: son una erótica, una estética y una praxis, pero también una teoría del entendimiento y las realidades tanto limitadas como ilimitadas. Las explora también como dinámicas semióticas y lógicas mediales o maquínicas. En la networkología, las redes dan y poseen valor, se solidifican como cosas, se pueden practicar, se sincronizan, evolucionan, piensan, sienten, critican, deconstruyen, reconstruyen, diagraman, abrazan la relación y la diferencia, se distribuyen y adquieren significados sociales, políticos, discursivos y económicos: «Las redes son una práctica política radicalmente democrática, socialista, consensuada, post-anarquista», afirma el autor en su manifiesto, que concluye con una idea radical: Las redes sueñan, «son una realidad que también es un sueño. […] En la cúspide del sueño y la realidad, las redes están potencialmente en el mundo para un mundo que aún no ha sucedido.»
Decodificar la complejidad viéndola
La teoría de redes alcanza niveles bastante complejos en sus aplicaciones científicas, como sucede en los estudios de la matemática y la visualización de datos, además de tecnologías hoy en día populares como las llamadas redes neuronales artificiales, que traen consigo la delirante pretensión de la cibernética de lograr una simulación, imitación e incluso superación de los modelos del cerebro humano. Las redes neuronales son capaces de aprender y conectar elementos como lo harían cerebros de seres vivientes e incluso, mediante procesos de inteligencia artificial, pueden «desarrollar» sus conocimientos, trascender sus patrones básicos y lograr eventos de memorización, asociación, diferenciación, categorización y transformación de la información que procesan. Esto hace que sea cada día más vital comprender de una forma crítica, la manera como funcionamos en red y de forma interconectada, en diversas escalas que se cruzan para generar un constante desarrollo paralelo de lo micro y lo macro.

Para comprender un poco más del proceso de visualizar la complejidad, es fundamental la obra del autor y diseñador portugués Manuel Lima y especialmente su libro Visual Complexity publicado en 2011 a partir de un blog homónimo, donde estudia la idea del mapeo de información y la visualización de datos, partiendo de los árboles de ideas y el nacimiento de las enciclopedias, hasta ahondar en asuntos como la planeación urbana, la neurociencia, la química, las dinámicas sociales, la informática y el pensamiento en red, campos donde profundiza en las diversas perspectivas de la visualización y comprensión de patrones de datos en red.
Según cuenta Lima, visualizar las redes nos permite decodificar la complejidad, pudiendo: 1) Documentarla y grabarla para posterior conocimiento, 2) Clarificar la información para hacer de un sistema más entendible, inteligible y transparente, 3) Revelar contenidos escondidos y conocimiento que solo se obtiene al ver la red, 4) Expandir la información hacia otros usos, empleando la visualización de la red como punto de partida para otros procesos, y 5) Realizar representaciones abstractas que sirvan de plataformas para expresión hipotética o metafórica. A su vez, el autor establece 8 principios de la visualización de redes:
- Comenzar identificando una pregunta que busca responderse a través del proceso de visualización, ya que será la columna vertebral de todo el proceso mismo de ver una red.
- Buscar lo más relevante en términos de la selección del contenido de datos y el método de visualización, de forma que se expandan las posibilidades de comprensión, asimilación y toma de decisiones.
- Permitir el análisis multi-variado de forma que las redes no se comprendan solo de forma binaria sino desde sus particularidades y el amplio rango de elementos posibles a contrastarse y enlazarse, para lo cual es útil tener datos adicionales y mayor atención a efectos de interacción, múltiples causas y sostenimiento de determinados procesos.
- Integrar el tiempo, que si bien es una de las variables más complejas de mapear, al asumirse en el proceso de visualización, nos permite una mejor comprensión de la red en evolución y movimiento.
- Ampliar el vocabulario, buscando formas de enriquecer la idea de los nodos y las conexiones, lo cual en el proceso de visualización se puede lograr al asignar diversos significados y valores a los elementos mapeados, con colores, diferentes tipos de líneas, formas, orientación, textura o posición.
- Exponer el agrupamiento y las relaciones de organización espacial, de forma que se puedan representar más claramente los clusters, patrones y formas de distribución, centralización o descentralización de los nodos relacionados, junto con su similitud, su proximidad o su movimiento.
- Maximizar el escalamiento, teniendo en cuenta que las representaciones en diferentes escalas no se corresponden entre sí necesariamente, dado que las redes muestran diferentes patrones y comportamientos según la escala, por ello siendo vital tener presente la vista macro (patrones), la de relación (conectividad) y la vista micro (de cada nodo).
- Manejar la intrincación, de forma que sea posible navegar la complejidad de una forma clara y fluida, como reza el método de Ben Schneiderman: «Primero una vista general, un acercamiento y un filtro, luego ahondar en los detalles»
Networkismo: La red como arte
Entre sueño y realidad, entre ciencia y estética, las redes son transversales a múltiples campos del conocimiento y de hecho, trascienden la mera funcionalidad matemática o científica o de investigación, para aparecer también como formas de arte en sí mismas. Es allí donde se ubica el llamado networkismo (networkism), un término popularizado por el mismo Lima, quien lo define y ejemplifica en su libro, como en la web networkism.org, donde encontramos la definición básica de su idea:
«El networkismo es una tendencia artística en crecimiento, caracterizada por el retrato de estructuras graficas figurativas —ilustraciones de topologías de redes que revelan patrones de nodos y enlaces, […] estimulado por propiedades rizomáticas como la no linealidad, la multiplicidad, o la interconexión, y avances científicos en áreas como la genética, la neurociencia, la física, la biología molecular, los sistemas computacionales y la sociología. Como una consecuencia directa del reciente boom de la visualización de datos, el networkismo está igualmente motivado por revelar nuevos dominios del conocimiento e igualmente la representación visual de sistemas complejos.»

En el mencionado libro, Lima le hace honor a la idea de la teoría deleuziana del rizoma como contraparte filosófica de la ciencia de la complejidad, ambas raíces del networkismo. «El rizoma expone una concepción totalmente nueva de la calidad estética —a diferencia de nuestra obsesión por el orden, la pulcritud y la narrativa lineal— y se apoya en la multiplicidad y la interconexión para expresar la construcción interna del mundo y su impactante belleza invisible.» Son precisamente estos puntos los que vendrían a cobrar importancia en la fundamentación de la tendencia networkista, donde las redes aparecen en una constante paradoja de visualización de lo invisible, entre la presencia y la evanescencia, como estructuras ordenadas o enmarañadas, reflejando tanto el caos como el cosmos, haciendo alarde constantemente a las figuras conectadas o desconectadas en tiempo y espacio, en perspectiva micro o macro.
Lima trata la idea a partir del trabajo de artistas como Emma McNally y sus dibujos en grafito en los que genera espacios imaginarios a partir de conexiones de puntos y marañas de enlaces y trayectorias abstractas que buscan indagar en «las posibilidades de conexiones y desconexiones semióticas a través un uso denso del lápiz conceptual y visualmente»; o el trabajo de Sharon Molloy y sus pinturas en óleo que traen cierta reminiscencia a Pollock y las redes neuronales, en su caso percibidas como entidades en sí mismas, cosificadas. Su obra, un constante retrato de los sistemas complejos, se describe en sus propias palabras cómo «una investigación del hecho de que todo está interrelacionado y es interdependiente. Desde el átomo hasta la célula, del cuerpo al cerebro y más allá hacia la sociedad y el cosmos, son estos patrones, procesos y estructuras subyacentes que se reflejan a nuestro al rededor y permean la realidad … una pequeña cosa lleva a otra y patrones más grandes emergen.»

Lima también menciona en repetidas ocasiones el trabajo de dos artistas de instalación que relaciona a la tendencia networkista: el argentino Tomas Saraceno y la japonesa Chiharu Shiota. El primero, Saraceno, logra entre la arquitectura, la biología y el arte de instalación, complejas estructuras de gran tamaño a partir de lazos elásticos que adhiere al techo, las paredes o el suelo de los lugares donde ubica sus obras, generando redes a gran escala en varias dimensiones, en busca de una atmósfera reflexiva y una dinámica que permita nuevos modos de interacción y percepción a partir de una reflexión en las configuraciones complejas en red, cruzando geometrías que halla en el mundo natural como telarañas, nubes y burbujas. «Los sistemas de cuerdas entrelazadas y módulos colmados como nubes en red responden a la investigación de Saraceno en el potencial de las telarañas y cómo pueden transferirse y correlacionarse a otros fenómenos», se afirma en su sitio web.

Por otra parte tenemos a Chiharu Shiota, cuya obra de instalación suele darse en gran tamaño y de una forma absolutamente impactante por su confección y la atención al detalle. Por lo general sus trabajos exploran cientos o miles de conexiones generadas a partir de lana entrelazada de formas complejas, usualmente en rojo y negro, y no propiamente orientándose a una reflexión directa sobre las redes, sino empleándolas para hacer alusiones a la incertidumbre de la vida, el onirismo, el mentalismo, el paso del tiempo, la muerte, la existencia humana y la pérdida de la memoria. Sus instalaciones tienen un componente fantasmagórico inevitable, en tanto muchas de sus redes están por lo general conectadas a otros objetos, como sillas, mesas, artefactos antiguos y todo tipo de memorabilia que mantiene una constante tensión existencial a lo largo de sus piezas.
En la web Visual Complexity Lima y su equipo han registrado un total de 1000 proyectos, entre los cuales se encuentran piezas de diseño y obras artísticas en los que las redes se visualizan, transforman y reflejan de múltiples formas para condensar tendencias de diseño y arte en torno a la red, ubicando al networkismo en algún lugar entre las ciencias, el arte generativo, la pintura y la visualización de datos, sin llegar a ser lo mismo que estos métodos o categorías. Según el autor, lo que distingue al movimiento networkista como tendencia artística son principalmente tres factores:
- Sus obras se desarrollan sin datos tangibles: «En la mayoría de casos las entidades plasmadas en el lienzo y sus enlaces expresados son ficticios y no se relacionan a un set de datos existente. Esta primera característica del networkismo se separa de las similitudes aparentes con el diseño de información y la visualización de datos ya que estos utilizan siempre grupos de datos o hechos tangibles.
- No son enteramente aleatorios: «Aunque tratan con elementos abstractos y enlaces respectivos, su ubicación en el lienzo parece ser cuidadosamente considerada y planeada, con una particular composición visual en mente. Esto difiere de la mayoría de arte generativo y otras formas de arte algorítmico, los cuales, además de medios distintivos computarizados, tienden a emplear procesos aleatorios y autónomos en su trabajo.
- Construcción de nodos: «La influencia clave del networkismo, y como implica su nombre, son las redes—topologías generalizadas usualmente representadas por medio de un gráfico. Es la configuración específica de la red no lineal—definida en sets de nodos y bordes—que sitúan al networkismo en un contexto artístico diferente, separado de movimientos de arte anteriores y contemporáneos, particularmente el action painting y otras ramas del expresionismo abstracto.»
«A medida que reconocemos su ubicuidad -no como un modelo superficial sino como una fuerza dinámica estructural- la red continuará retando cualquier noción convencional de belleza. La conscicencia sobre esta topología generalizada está conduciendo a un cambio perceptivo considerable, remplazando muchas cualidades dudosas de la complejidad con otras nuevas y evocadoras. Las redes nos muestran que hay un orden en el desorden, que hay unidad en la diversidad, sobre todo, que la complejidad es asombrosamente bella.»
Manuel Lima

Interdependencia
Podríamos ver las networkologías y el networkismo como consumaciones de múltiples patrones de esta nueva sociedad, capaces de hacernos considerar la red como un factor transversal a la experiencia de vida, de forma que la hiperconexión signifique también interdependiencia, esto, es no solo consciencia de estar conectados, sino de que sin la conexión no podríamos estar aquí. El presente en este sentido es un constante entramado de dependencias mutuas entre los fenómenos, la estrategia más elemental que tienen las cosas para mantener su existencia y así mismo, para destruirse, como es evidente en la idea misma del antropoceno, que nos habla de la conexión, a menudo conflictiva, entre la humanidad y la tierra.
En filosofías y prácticas de vida antiguas como las tradiciones chamánicas o religiones como el Budismo, este factor de interdependencia con la tierra ha sido desde antaño capital. Como dice en su libro Interconectados su Santidad el XVII Karmapa, Ogyen Trinley Dorje, reconocido líder del linaje Karma Kagyu del Budismo Vajrayana, «nuestra interconexión tiene importancia en todas nuestras relaciones y en todos los aspectos de nuestras vidas. La interdependencia es una fuerza concluyente en el mundo» y se torna esencial para comprendernos a invidivualmente y al entorno, en tanto la interdependencia se presenta por igual en los aspectos internos y externos de nuestra vida. Por una parte, encontramos una interconexión interna y emocional con las otras personas, seres y espacios; y por otra, una conexión externa, en términos de nuestras acciones en comunidad y sociedad.
«Nuestro mundo del siglo XXI es más pequeño de lo que solía ser. Personas de sociedades antaño muy separadas mantienen ahora un contacto más cercano que nunca antes, y también, igualmente importante, somos más conscientes de nuestra cercanía. En esta era de la información, los observadores expertos y ordinarios pueden identificar muchos casos en los que las acciones realizadas en una parte del mundo tienen importantes efectos en cualquier otro lugar del planeta. Aumenta la consciencia de que vivimos en un mundo en el que todos nosotros, y el mundo natural que lo mantiene, estamos profunda y radicalmente conectados.»
XVII Karmapa Ogyen Trinley Dorje
Según el Karmapa, en formas de vida como la Budista, se hace énfasis en esta relación de interdependencia entre lo emocional y lo externo como forma de desarrollo personal y cósmico, en una bidireccionalidad que nos permite una vivencia integral del mundo. Desde la interdependencia interior, podemos cultivar nuestra capacidad de empatía, que «nos permite ser conscientes de las situaciones y problemas de los demás a un nivel emocional», vital para la buena salud social, necesaria para ayudarnos a comprender mejor lo que hace otra persona, conducirnos al respeto y la consciencia por aquello fuera de sí, y a lograr apertura radical a las demás formas de vida al abrir a la par el corazón y la mente.
Desde el exterior, la interdependencia nos permite comprendernos en comunidad y asumirnos como seres que comparten natural y socialmente recursos. Comenta el Karmapa que ser más conscientes de esta interdependencia, nos permite «hacer más grande nuestra mesa», integrar más profundamente a otras personas a nuestra vida, valorar la comunidad como espacio de enriquecimiento personal y colectivo, aspirar a lo propio pero también hacia el bienestar del colectivo, mitigando nuestros apegos y tomando consciencia sobre el hecho que la acción individual y la consciencia de la interdependencia interior nos permiten trabajar mejor sobre las acciones externas, generando así una red que no traza fronteras entre el interior y el exterior y más bien se constituye desde su condición de red como la posibilidad de nutrir los diferentes aspectos de la realidad.
«El siglo XXI es un siglo para compartir», afirma el Karmapa en su libro, donde abundan recursos para comprendernos en red, para ello empleando lo que tengamos al alcance de nuestra condición humana, como lo serían nuestros conocimientos y recursos, o herramientas como el razonamiento filosófico, los métodos científicos y la expresión artística. Esto nos permite, a la hora asumirnos tanto individual como colectivamente, desarrollar una forma de vida más consciente de nuestras conexiones, de paso pudiendo clarificar y mejorar nuestro trabajo con el conocimiento y, por qué no, dejar espacio para el deleite y la contemplación de nuestras conexiones.
La condición telemática de la corporeidad, los espacios intermedios gestados en los metaversos y las dinámicas de Internet, hoy exageradas tras una pandemia, nos llaman día tras día a tomar consciencia de la red tanto virtual como en el mundo físico, llevándonos a una comprensión más presente de nuestra interdependencia, la importancia de nuestras comunidades y lo esencial que es mantener enlaces en el tiempo para no olvidar, sabiendo también desconectar aquello que no merece nutrirse en el futuro. Nuestra comprensión, visualización y contemplación de las redes hoy en día puede ser una forma de comprendernos como conjuntos dentro de otros: el hecho básico de sabernos en un enlace mutuo, de manera que podamos surcar nuevos rumbos en nuestra ética, el autocuidado y el respeto personal y colectivo. A la final, la consciencia de la red, es una invaluable fuente de aquello que puede mantenerla viva y en crecimiento: la compasión.
Fuentes
- Castells, Manuel. La Era de la Información, Vol.1: La sociedad red. Alianza
- Harman, Graham. Hacia el realismo especulativo. Caja Negra
- Levine, Christopher. Networkologies: A Philosophy of Networks for an Hyperconnected Age – A Manifesto. Zer0 Books
- Lima, Manuel. Visual Complexity: Mapping Patterns of Information. Princeton Architectural Press
- Trinley Dorje, Ogyen, XVII Karmapa. Interconectados: Abrirnos a la vida en la sociedad global. Kairós
- Sitio web+blog Visual Complexity
- Blog Networkologies de Christopher Vitale
- Networkism.org